Era sábado por la mañana. El lugar de la cita fue el claustro del museo Franz Mayer, recinto por excelencia ubicado en la Ciudad de México de todo lo referente al diseño en sus varias modalidades, y uno de mis favoritos. Yo, caminando por la Alameda Central con la mochila llena de hojas, anotaciones, una grabadora de mano (de ésas manuales que para grabar se les tenía que insertar un mini-cassete, la cual me la había prestado mi hermana), muchas expectativas y un tanto de nervios.
Entre varios candidatos para hacer la entrevista, Miguel Ortíz fue el que se mostró más disponible e interesado en el tema. Aún así, no sabía exactamente qué me esperaba: ¿será engreído y cortante? ¿o muy exigente y me trataría como un «novato»? Pero, como dicen por ahí, «el que no arriesga no gana», decidí probar suerte al no tener más alternativas.
Todas esas dudas se despejaron de forma positiva cuando él llegó a la hora y lugar pactados. Vestía un chaleco rojo, camisa blanca, un saco gris, pantalón café y zapatos. Un estilo entre lo formal y lo informal pero se notaba a simple vista que estaba muy cómodo con el outfit. Su actitud fue muy relajada y transpiraba confianza, lo que me hizo pensar: «¡Genial! Me hará la entrevista más llevadera» Y no, no estaba para nada equivocado.
Preparé mi herramienta de trabajo, apreté el botón para grabar y la entrevista fue fluyendo mucho mejor de lo que imaginaba. Aquí les comparto el testimonio de todo el valioso conocimiento que logré captar en tan pocos minutos:
«Yo siempre digo que debe haber un problema a resolver dentro de un libro. Si no, no tiene caso contarlo, ¿no?»
Esta entrevista tiene por objeto apreciar la ilustración infantil, desde el punto de vista de un diseñador gráfico. Como introducción, ¿podrías platicarnos un poco acerca de tu trayectoria profesional?
Soy ilustrador independiente, egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP). Salí de allá en el 2005. Me dediqué al diseño gráfico, los primeros ocho años en agencia, y después decidí dedicarme cien por ciento a la ilustración. Y, bueno, es lo que actualmente estoy haciendo.
¿Por qué decidiste especializarte en la ilustración infantil?
En realidad soy ilustrador en general. He trabajado en proyectos infantiles, pero no me dedico al cien por ciento al sector infantil. Hasta ahora, ha sido el que más he experimentado, porque los libros que he publicado van dirigidos a los niños, pero sí tienen características diferentes a proyectos de otra índole, que no son precisamente para niños.
Para la ilustración infantil, ¿cuáles son los retos a los que uno como creador se enfrenta?
Bueno, para empezar, que es un sector un poco complicado porque, cuando uno se intenta dirigir a los niños, se hace principalmente por los libros. Y en un país donde no se lee mucho es un poco complicado tener la difusión necesaria, y poder sobrevivir con proyectos destinados a los niños.
Las editoriales no tienen mucho apoyo por parte del gobierno o de otras instituciones en cuestión económica, de difusión y de distribución de los materiales. Entonces esto lo vuelve muy caro, y es un poco difícil que los padres puedan acceder a libros para sus hijos. Muchas veces, o comen o le compran un libro al niño. Es una situación bastante compleja, y esto definitivamente nos perjudica a los ilustradores, en el sentido de que no tenemos las facilidades para trabajar como quisiéramos.
Creo que uno de los problemas principales, en pleno siglo XXI, es la cantidad de información visual que tienen los niños. Ya nacen con una dinámica bastante compleja, es muy inmediata. La obtención de imágenes es demasiado fácil, y no por eso quiere decir que sean imágenes de calidad. Los niños están expuestos a la televisión, al internet, y todo es como muy rápido. Están acostumbrados a ver, pero no a hacer un análisis de las imágenes que están viendo. Y ahí es cuando un ilustrador tiene la responsabilidad de estructurar imágenes con el suficiente contenido, que sean claras y tengan un trasfondo, un concepto lo suficiente sólido que aporte algo al niño.
Es un poco complicado luchar contra esa inmediatez y esta invasión de las imágenes a las que están expuestos los niños. El poder llamar su atención a veces es muy complicado actualmente. Para que un niño pueda tomar un libro en físico, sólo es en los primeros años. Ahora es un poco complicado que un niño de seis años se sienta identificado con un soporte físico que no sea interactivo, a diferencia de una tableta o del internet, que es como algo muy inmediato, muy fácil de usar en ese sentido y que tiene movimiento. El libro no tiene tal acción. Entonces uno de los retos principales es saber cómo abordar a los niños y llamar su atención, para que ellos puedan adquirir un conocimiento a partir de libros.
¿Cómo desarrollas un personaje, de forma que vaya de acuerdo a esa estructura sólida de la que hablabas?
Bueno, lo primero es tener muy en claro el mensaje a transmitir dentro de la historia, el por qué narrar una historia. Yo siempre digo que debe haber un problema a resolver dentro de un libro. Si no, no tiene caso contarlo, ¿no? Teniendo claro el problema a resolver, se debe buscar las características del personaje.
Ahora que lo recuerdo hay una generación, principalmente en los sesenta, de álbum ilustrado, donde se empiezan a preocupar por resolver problemas de los niños. Problemas comunes que no se estaban abordando anteriormente. El álbum ilustrado tenía la función meramente pedagógica, es decir, enseñar a los niños a leer. O en esos famosos abecedarios, en donde la letra A es formada con la imagen de un objeto o de un animal que empiece con esa letra, para que el niño empiece a asociar la imagen con la letra. Un ejemplo actual, por así decirlo, son los libros de otros idiomas, en donde viene el dibujo de una manzana, y abajo vemos el texto de cómo se dice manzana.
Luego viene una ruptura en los sesenta, en donde se empiezan a presentar problemas que son difíciles de explicarle a un niño. Un ejemplo es el cuento Donde viven los monstruos, que aborda el tema de un niño ante el divorcio de los padres, cosa que no se había manejado antes en un libro antes. No se preocupaba uno por resolver esos asuntos. El punto es cómo abordar problemas psicológicos. Otro ejemplo es cómo explicarle a un niño qué es la muerte. Es complicadísimo. Muchos de los autores no sabemos bien cómo interpretar la muerte. Es como un hecho concreto, en donde los órganos dejan de funcionar. Hay factores muchísimo más complejos, como el concepto del alma, o qué es lo que pasa después de la muerte. Esa es otra de las funciones de acercar a los niños a un libro: el poder resolver problemas sociales, por así decirlo.
«Estamos en un periodo de transición porque, en mi generación, fuimos educados todavía con libros, cosa que está dejando de pasar con las actuales generaciones.»
¿Cómo eliges la paleta de colores para el diseño de los personajes?
Por lo general, los ilustradores tenemos una gama de colores establecida, que es nuestra línea y lo que caracteriza nuestro trabajo. Hay quienes se sienten muy cómodos trabajando con grises, aunque esto también tiene que ver con la técnica. Por ejemplo, alguien que está muy acostumbrado a trabajar todo con grafito o con carboncillo, los tonos que obtiene son muy diferentes, a comparación de cuando se trabaja con acuarela o con acrílico. Cada ilustrador adopta los materiales que a él le sirven para expresar lo que él quiere dar a entender pero desde un punto de vista muy personal. Yo no me siento cómodo con los colores que pueden dar una acuarela, porque son muy brillantes. Mi forma de ver la vida, en mi trabajo como ilustrador, es con colores muchísimo más opacos que tienden más a los grises. Cada ilustrador tiene un estilo. Entonces éste se va adaptando, dependiendo el proyecto a desarrollar.
Aquí también interviene mucho la mano del editor, que es quien toma las decisiones hacia cómo va dirigido el libro en cuestión gráfica. Va a saber con qué ilustrador y con qué estilo es conveniente tratar cierto tema. Eso no implica que el ilustrador pueda abordar cualquier tema. Lo ideal es que el ilustrador tenga esa versatilidad, y debe de tenerla. El asunto es que se sienta identificado con el tema que trata el libro, porque si se siente totalmente ajeno no va a poder resolverlo, ni cromáticamente, ni en forma, ni en estructura. Esto también influye en la selección de los colores.
Ahora bien, si se está trabajando en un proyecto muy particular, como libros para débiles visuales, ahí es otro asunto. Deben de tener características técnicas esos colores para que puedan ser vistos o asimilados por esas personas sin ningún problema. Y no sólo se debe de tomar en cuenta el campo técnico, sino de interpretación. No para todos el azul significa lo mismo. Unos lo vinculan al frío, y otros a alguna medicina. Entonces, hay que saber lo que significa ese color para ese sector, también pensando en la cuestión de los símbolos. Para un católico, una cruz no significa lo mismo que para un budista. Tenemos códigos, dependiendo de nuestras creencias sociales, religiosas, culturales, que nos hacen interpretar los símbolos, y lo mismo pasa con los colores. El luto, para Latinoamérica, puede puede ser representado con el negro mientras que, para Japón, es el blanco.
A la tipografía se le considera como una forma dentro de la composición de algún cuento o de alguna historia. ¿Qué criterios usas para elegir la tipografía en tus trabajos?
Bueno, hay diferentes puntos a tratar. El primero es el tamaño. Es decir, si estamos planeando trabajar con primeros lectores, debe ser una letra lo suficientemente grande y clara, de preferencia con patines, para que los niños puedan identificarla sin problemas. En cambio, sin es un lector más avanzado, podemos reducir el tamaño y prescindir de los patines, para que no haya problemas de lectura.
Otro depende del formato en el que estamos trabajando. Depende mucho el fondo que tiene el libro, y los espacios que se están destinando para él. También en la selección del tipo de letra implica cargar de personalidad al libro, por medio del texto. Es decir, si está hablando de un adulto, puede tener esas letras características de un adulto: ser muy gruesa, tener patines, muy clásica. En cambio, si está descrito por un niño sería una letra muchísimo más libre, algo que parezca escrito a mano, para tener esa sensación de que el niño es quien está narrando la historia. Visualmente, la tipografía tiene una carga de personalidad.
Un ejemplo muy claro es un libro de Anthony Brown, que se llama Voces en el parque. Es muy simple: narra cómo un padre acompaña a su hija a pasear al perro en el parque, y una madre hace lo mismo con su hijo y el perro de éste. Y coinciden. Pero el texto está manejado en cuatro versiones de cuatro personajes. Cada uno tiene una personalidad diferente. Por ejemplo, en la madre, que es de una clase acomodada, la tipografía que se usa es muy clásica, mientras que el padre es un hombre de una condición no tan afortunada. Como no tiene trabajo, su estado anímico es muy pesado, muy denso. Entonces la tipografía que se usa para narrar lo que él está viviendo, lo que está pensando, es una tipografía gruesa y muy pesada, para simbolizar ese estado anímico, igual con los niños. El hijo de la señora es muy tímido, entonces la tipografía es muy delgada, apenas y se ve. En cambio, la de la niña es como muy extrovertida, libre casi hecha a mano, expresiva y divertida.
Entonces es importante saber cómo se quiere contar una historia, a partir de qué punto de vista, para seleccionar una tipografía correcta. Todo esto es en busca de su empatía con el niño.
¿Cómo se le puede ayudar al niño a comprender el mundo que lo rodea, a través de la ilustración infantil?
Es justo una de las funciones que busca cumplir la ilustración infantil: sintetizar la realidad, de tal forma de que el niño pueda entenderla, de acuerdo a lo que ha vivido y a su forma de interpretar las cosas. Es decir, ellos no necesitan una imagen muy elaborada para entender los conceptos. Podemos usar figuras geométricas para simbolizar un caballo, y ellos pueden entender perfectamente qué es. No necesitamos dibujar todas las características, como las pezuñas, el cabello, los ojos o la estructura ósea. No es necesario meternos en algo tan complejo para que ellos entiendan qué es un caballo. Es tratar de llevar esa realidad a un plano más simple, más accesible para ellos, y que el mensaje pueda ser transmitido sin problemas. Debe ser muy claro.
¿Qué les recomiendas a todos aquellos que desean incursionar en la ilustración infantil?
Es un poco complejo crear cosas para niños. Podemos ver los referentes, en todo lo que se ha hecho en cuanto a ilustración infantil, desde hace mucho tiempo. Pero los tiempos cambian, las necesidades son otras. Estamos en un periodo de transición porque, en mi generación, fuimos educados todavía con libros, cosa que está dejando de pasar con las actuales generaciones. Su forma de aprendizaje está vinculada con la tecnología, y con esa inmediatez de la que hablaba al principio. Muchas de las imágenes no están pensadas para ellos.
Entonces lo que viene es un gran lío, un asunto complejo, porque es resolver cómo se va a trasladar, del plano físico a algo totalmente dinámico, sin perder la efectividad que pueda generar en el niño. Siempre se va a buscar darle un mensaje o resolver un problema en una imagen, en una ilustración. Es proyectar un mensaje. Los soportes están cambiando, y es bastante complejo. El camino no está nada fácil, y sólo es para quienes están interesados en abordar este asunto de la ilustración infantil. Es ver todo lo que se ha hecho antes, y tratar de buscar una manera eficiente de combinar los medios con los que se están interactuando, y los mensajes que se tienen que resolver como sociedad.
Algo que no se debe abandonar es abordar al arte como un medio de difundir un mensaje. Creo que se debe investigar mucho para poder tener una propuesta sólida, y no quedarse sólo en imágenes superficiales que no dicen absolutamente nada. Es para diferenciarse de esa inmediatez y bombardeo que tienen los niños en cuestión de las imágenes. Se le debe hacer llegar imágenes con contenido.
Yo, en lo personal, no sé a dónde nos va a llevar esto, y hacia dónde debemos dirigirnos para poder lograr un contacto, un diálogo con los niños. Es complejo. No sé si tengamos que usar sólo texto, o qué tipo de imágenes se necesitarán para poder resolver un problema de comunicación.
Actualmente Miguel Ortiz imparte talleres en la Casa del Lago Juan José Arreola, ubicada en la primera sección del Bosque de Chapultepec. Vale la pena visitar sus perfiles en Facebook, Instagram y Twitter, así como su espacio en Blogspot.